En desequilibrio
Tras la apabullante demostración de Clara Novakova, con la que se daba cierre al festival, no podía dejar de sentirse en el ambiente una cierta sensación agridulce. Por un lado, concluían once conciertos caracterizados por un elevadísimo nivel artístico y un indiscutible interés musical. Por otro, concluía un ciclo donde los errores e inercias de gestión, difícilmente atribuibles al entusiasta ensemble organizador, habían desvirtuado el torrente artístico disfrutado en los días anteriores. Si partimos de que la música contemporánea cuenta con un público ya de por sí muy reducido, las cuestiones formales, especialmente de publicidad y gestión, se convierten en un factor clave e inalienable en cualquier festival de estas características. Por ello, la programación de los cinco conciertos para solistas en el Auditorio del Conservatorio Superior, a la nada común hora de las cinco de la tarde, se mostró un error colosal. El Auditorio del Conservatorio Superior es sin duda un hermoso coliseo, pero en una ciudad como Salamanca, de públicos, iniciativas y, sobre todo, lugares fijos, la localización de los conciertos en un auditorio de la periferia suponía en la práctica condenar la iniciativa al fracaso. La elección de la hora fue igualmente desafortunada, restringiendo el rango de asistentes a un número muy reducido de posibles auditores, que se ampliaría considerablemente, como puede verse en las estadísticas, en los conciertos nocturnos. Sin duda, los organizadores pensaron loablemente en compensar la ausencia de los públicos tradicionales con la presencia de estudiantes del centro, considerado “de excelencia musical”. Y el resultado fue el previsible: apatía generalizada rozando en la desidia, o lo que es lo mismo, ausencia absoluta de alumnos equilibrada por la ausencia casi absoluta (o casi indecente) de sus profesores.
Por otro lado, el Festival sufrió de la tradicional y vergonzosa falta de comunicación entre instituciones que sufre esta ciudad. No se ha podido ver un solo cartel del ciclo en la Facultad donde se cursa la licenciatura de Historia y Ciencias de la Música, y la más que nimia información disponible en la guía cultural editada por la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura obviaba totalmente los conciertos del Conservatorio. Por si esto fuera poco, tres de sus conciertos coincidieron con actividades musicales en otras instituciones, una de ellas el propio Conservatorio Superior (¡!)
Sea como fuere, y dejando aparte la inexplicable indolencia de determinados colectivos y la indiferencia de algunas instituciones, el festival puede y debe considerarse como un éxito artístico rotundo, del que me gustaría recalcar cuatro elementos fundamentales: 1) la programación de los conciertos solistas, que han permitido un acercamiento pormenorizado a la escritura idiomática de cada instrumento en el repertorio contemporáneo; 2) la articulación del festival en torno a la figura de José Luis Torá, cuyas obras vertebraron el ciclo y al que debemos agradecer una magnífica conferencia donde explicó sus principios técnicos y estéticos; 3) la presencia del extraordinario ensemble Proxima Centauri, radicado en Burdeos y cuyo concierto fue, sin duda, la estrella del ciclo; y 4) el fantástico nivel artístico de todos los ejecutantes.
Sea como fuere, y dejando aparte la inexplicable indolencia de determinados colectivos y la indiferencia de algunas instituciones, el festival puede y debe considerarse como un éxito artístico rotundo, del que me gustaría recalcar cuatro elementos fundamentales: 1) la programación de los conciertos solistas, que han permitido un acercamiento pormenorizado a la escritura idiomática de cada instrumento en el repertorio contemporáneo; 2) la articulación del festival en torno a la figura de José Luis Torá, cuyas obras vertebraron el ciclo y al que debemos agradecer una magnífica conferencia donde explicó sus principios técnicos y estéticos; 3) la presencia del extraordinario ensemble Proxima Centauri, radicado en Burdeos y cuyo concierto fue, sin duda, la estrella del ciclo; y 4) el fantástico nivel artístico de todos los ejecutantes.
Personalmente, si me viera obligado a elegir un concierto me quedaría con el de Julien Feltrin, no sólo por el virtuosismo innegable del solista, sino también por la pluralidad de tendencias que aparecieron en su programa. Y lo haría porque en mi opinión se han echado en falta determinadas estéticas y compositores actuales, y se ha insistido demasiado en otras, como prueba que aparte de las obras de Torá se haya dedicado un monográfico a Helmut Lachenmann.
A pesar de todo, no cabe duda que los miembros del ensemble han hecho un trabajo extraordinariamente meritorio y que el público estará esperando con avidez la tercera edición. Esperemos que ésta sea más afortunada.
Francisco Parralejo Masa
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